En la noche fría,
y en un sórdido y estremecedor Huerto,
se alzan ojos resignantes al cielo,
se extienden manos humildes y generosas,
se hunden rodillas en el suelo,
y con garganta seca, y palabras anhelosas,
Nuestro Señor Jesucristo invocando en ese instante al Redentor,
y junto al Angel Reconfortador
exhala: "Que pase de mi esta cáliz", mas "No se haga mi voluntad sino la tuya",
a la vez que en un ángulo misericordioso,
se acerca el cáliz de la resignación,
a un brazo fuerte y hermoso,
culminando la situación.
y en un sórdido y estremecedor Huerto,
se alzan ojos resignantes al cielo,
se extienden manos humildes y generosas,
se hunden rodillas en el suelo,
y con garganta seca, y palabras anhelosas,
Nuestro Señor Jesucristo invocando en ese instante al Redentor,
y junto al Angel Reconfortador
exhala: "Que pase de mi esta cáliz", mas "No se haga mi voluntad sino la tuya",
a la vez que en un ángulo misericordioso,
se acerca el cáliz de la resignación,
a un brazo fuerte y hermoso,
culminando la situación.
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