Noviembre, bendito mes que empieza con los Santos y
acaba con S. Andrés.
¡Existe desde siempre una rivalidad
entre la Vida y la Muerte!. Que ambigüedad, todo el año viviendo la vida, y
durante todo un mes nos disponemos a acordarnos de la muerte a todas horas.
Que es la muerte, la transición o traspaso de lo terrenal a lo
divino. Victoria?, si victoria, la de nuestro Señor
Jesucristo ya que gracias a él, la hemos vencido. Es en este mes de todos los
santos y fieles difuntos cuando
nuevamente nuestras imágenes cambian su terno, para celebrar con la Eucaristía,
la esperanza de que todos los miembros de esta Archicofradía que ya han
compartido la muerte de Jesucristo sean el nexo de unión de todos nosotros,
para saciar de esta forma las necesidades espirituales y terrenales que pudiéramos necesitar.
La palabra de Dios, que resonará en
nuestros oídos durante esta Eucaristía, será la única palabra capaz de
consolar; la única palabra que ilumina el enigma de la muerte, da sentido a la
vida y aviva la esperanza. Y la esperanza,
como bien dice el Apóstol Santo
Tomás, apodado el mellizo, no defraudará “El que cree en Ti, aunque haya muerto,
vivirá”.
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