Cuando las penas, cuando la tristeza, cuando la indignación por la supervivencia, cuando las lágrimas derramadas por la impotencia al ver la situación extrema de las familias agobiadas por la espera ante lo que pudiera llegar y no llega; hemos como cristianos y sobre todo como cofrades, alzar una mirada, rezar una plegaria, erguir la cabeza hacia el cielo y ver el porqué hemos de atravesar el mismo calvario que Nuestro Señor atravesó cuando un padre quiere lo mejor para sus hijos.
Por una razón muy sencilla,"porque bienaventurados los que pasan hambre y sed de Justicia porque ellos serán saciados". Allá en el monte donde Jesús dio el Sermón de la Montaña, se haya la Iglesia del mismo nombre, en Israel. Sermón qué queda sellado en el pensamiento cristiano y que suaviza cualquier situación anómala vivida por cada uno. Por esa misma razón, que no entendemos al ver la situación que existe allá donde está el epicentro de las tres religiones monoteístas.
Veamos en la mirada de Ntro. Padre Jesús en su Agonía del Huerto esa necesidad de alcanzar la tranquilidad y resignación familiar de nuestros hermanos necesitados por la situación, y a la vez intentar todos al unísono, ayudar y colaborar no solo en estas fechas pasadas, sino seguir durante todo el año.
Proclamad al viento la Palabra de Dios, proclamad cada uno en vuestros respectivos ambones parroquiales las necesidades ajenas y las bienaventuranzas, proclamad cada uno en su comunidad las intenciones personales para ayudar al prójimo, y sobre todo en vuestro interior el espíritu cofrade que todos en breves fechas expondremos al pueblo, y que debe servir para recapacitar ante las diferentes situaciones.
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