Siendo un poco crítico, pero constructivo; hubo muchos años en los que nuestra ciudad no se vio ajena a reticencias, celos y comentarios entre cofradías, eran todas vistas y oídas, y en muchas ocasiones no fueron constructivos. Esos progresos que otras hermandades habían efectuado, se vieron con recelo por otras, simplemente por razones individuales propias de cada una de ellas, pero sin fundamento. Gracias a Dios situaciones así ya no se encuentra hoy en día y menos entre los integrantes de cada Hermandad, ya que son los propios cofrades de a pie los encargados de poner cada cosa en su sitio, echando una mano a las necesitadas y contribuyendo con tantas otras para que resurjan de la mejor forma.
El espíritu cofradiero, y sobre todo cristiano de todos, es el que hace que en tiempos en los que la religión y la religiosidad popular está de capa caída en la mayoría de los jóvenes, se aunan esfuerzos entre todos para poder ayudar al prójimo. Es digno ver como nuestro mundo cofrade, (que durante la historia ha sido exclusivamente masculino), se ha adaptado a los nuevos tiempos, y vemos como cuadrillas de mujeres, bien completas, bien mixtas están paseando nuestros pasos por las calles de nuestra ciudad. La constancia, el empeño y la dedicación son valores muy arraigados entre nuestras hermanas cofrades y son las que están dando mayor calidad aún a nuestra tradición cofrade.
Demos paso a nuevos tiempos, ellas son últimamente la esencia de las Hermandades. Abramos las puertas sin reservas.
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